domingo, 3 de noviembre de 2013

Las invasiones de los pueblos germanos en Hispania Vol.VI

La ciudad y la vida urbana


A partir del siglo V se produce una ruralización de la población que va emigrando de las «civitas» a los «vicus», por ello muchos de los vicus terminarán por amurallarse.

No obstante, las ciudades que no desaparecen conservarán todos los edificios públicos romanos que ya tenían y se añadirán otros como:

·Arquitectura militar: Murallas, fosos, portones, palacios fortificados,…
 ·Arquitectura religiosa: Palácios episcopales, oratórios, conjuntos de monastérios,...
 ·Arquitectura civil: Almazaras, Casa del Concejo, Cárceles, etc.

Sin embargo, a partir del siglo VI ya no se podrá distinguir la arquitectura visigoda debido al proceso de aculturación que sufren los visigodos asumiendo los rasgos hispanoromanos.



  La sociedad visigoda.

La organización social de la heterogénea población visigoda conservará la división social, es decir, las grandes diferencias entre las clases adineradas «patricios» y los siervos. Ahora podremos distinguir:

                                La nobleza

La nobleza visigoda a nivel político recibe el nombre de «magnates», y éstos están habitualmente instalados en la corte, ostentan cargos políticos y religiosos, además de a su vez ser poseedores de grandes latifundios en sus respectivos vicus o grandes palacios en las ciudades.

Pero la nobleza será propensa a rivalidades entre los distintos linajes, en general contra el linaje más alto y con más poder, el de los «balthos», del que formarán parte la gran mayoría de los monarcas del siglo V.Es una clase ociosa.

                                         El clero

El clero irá ganando privilegios sobre todo a partir de la conversión general de la población al cristianismo en el Concilio de Toledo, y de su entrada en el Aula Regia.


Los obispos vivirán en las ciudades con palacios episcopales y ostentarán un poder político (en el Aula Regia) y un poder religioso (en los Concilios de Toledo).
Sin embargo, es de ellos de quienes depende la recaudación de impuestos y el nombramiento de cargos judiciales, ya que los obispos son personas letradas y suponen una garantía de gestión. Esta delegación de poder de la monarquía sobre la iglesia se lleva a cabo para poder controlar mejor a la plebs y justificar así de algún modo su legitimización divina como monarcas.
De este modo, una parte de la justicia cae en el «conde» de la ciudad en Primera
Instancia, pero es sobre el obispo en quien recae en Segunda Instancia.
El patrimonio de los obispos iba incrementándose gracias a los cargos públicos remunerados que ostentaban, las herencias que recibían y las tasas cobradas en los procesos judiciales; pero lo que realmente constituía su sistema de autofinanciación era la «simonía» (la venta de cargos religiosos generalmente comprados por magnates).

Así que siendo una clase exenta de pagar impuestos, solían dedicarse a conceder préstamos, mientras además tenían el monopolio sobre la enseñanza. Es una clase ociosa.

                         La plebs urbana

La plebs urbana estará constituida por aquellos ciudadanos libres que no provienen de la nobleza, que desempeñan actividades comerciales y que viven en ciudades. Sobre ellos y sobre el campesinado rural recaerá la carga fiscal del Reino.


Dentro de esta plebs encontramos a los marginados, un grupo constituido por pobres, prisioneros de guerra, personas con defectos físicos, etc.

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