La ciudad y la vida urbana
A partir del siglo V se produce una ruralización de
la población que va emigrando de las «civitas» a los «vicus», por ello muchos
de los vicus terminarán por amurallarse.
No obstante, las ciudades que no desaparecen
conservarán todos los edificios públicos romanos que ya tenían y se añadirán
otros como:
·Arquitectura militar: Murallas, fosos, portones, palacios
fortificados,…
·Arquitectura religiosa: Palácios
episcopales, oratórios, conjuntos de monastérios,...
·Arquitectura civil: Almazaras,
Casa del Concejo, Cárceles, etc.
Sin embargo, a partir del siglo VI ya no se podrá
distinguir la arquitectura visigoda debido al proceso de aculturación que
sufren los visigodos asumiendo los rasgos hispanoromanos.
La sociedad
visigoda.
La organización social de la heterogénea población visigoda
conservará la división social, es decir, las grandes diferencias entre las
clases adineradas «patricios» y los siervos. Ahora podremos distinguir:
La nobleza
La nobleza visigoda a nivel político recibe el nombre de
«magnates», y éstos están habitualmente instalados en la corte, ostentan cargos
políticos y religiosos, además de a su vez ser poseedores de grandes
latifundios en sus respectivos vicus o grandes palacios en las ciudades.
Pero la nobleza será propensa a rivalidades entre los distintos
linajes, en general contra el linaje más alto y con más poder, el de los
«balthos», del que formarán parte la gran mayoría de los monarcas del siglo V.Es
una clase ociosa.
El
clero
El clero irá ganando privilegios sobre todo a partir de la
conversión general de la población al cristianismo en el Concilio de Toledo, y
de su entrada en el Aula Regia.
Los obispos vivirán en las ciudades con palacios episcopales y
ostentarán un poder político (en el Aula Regia) y un poder religioso (en los
Concilios de Toledo).
Sin embargo, es de ellos de quienes depende la recaudación de
impuestos y el nombramiento de cargos judiciales, ya que los obispos son
personas letradas y suponen una garantía de gestión. Esta delegación de poder
de la monarquía sobre la iglesia se lleva a cabo para poder controlar mejor a
la plebs y justificar así de algún modo su legitimización divina como monarcas.
De este modo, una parte de la justicia cae en el «conde» de la
ciudad en Primera
Instancia, pero es sobre el obispo en quien recae en Segunda
Instancia.
El patrimonio de los obispos iba incrementándose gracias a los
cargos públicos remunerados que ostentaban, las herencias que recibían y las
tasas cobradas en los procesos judiciales; pero lo que realmente constituía su
sistema de autofinanciación era la «simonía» (la venta de cargos religiosos
generalmente comprados por magnates).
Así que siendo una clase exenta de pagar impuestos, solían
dedicarse a conceder préstamos, mientras además tenían el monopolio sobre la
enseñanza. Es una clase ociosa.
La
plebs urbana
La plebs urbana estará constituida por aquellos ciudadanos
libres que no provienen de la nobleza, que desempeñan actividades comerciales y
que viven en ciudades. Sobre ellos y sobre el campesinado rural recaerá la
carga fiscal del Reino.
Dentro de esta plebs encontramos a los marginados, un grupo
constituido por pobres, prisioneros de guerra, personas con defectos físicos,
etc.
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